Declaración de la Comisión de Mujeres del Partido Independiente.
En vísperas de un nuevo Día Internacional de las Mujeres, desde el Partido Independiente reafirmamos nuestro compromiso de trabajar sin pausa por un Uruguay más igualitario e inclusivo.
Las mujeres seguimos padeciendo inequidades que impiden nuestra autonomía económica; en el acceso a los puestos que implican tomas de decisiones cruciales; e incluso física, como sucede con los casos de violencia de género.
Este año acompañamos al gobierno nacional en su definición de poner énfasis en las desigualdades vinculadas a la autonomía económica y las respuestas que ofrece la política pública. Somos orgullosamente parte de un gobierno que impulsa el desarrollo para asegurar el mantenimiento de los derechos obtenidos y promueve los que aún restan conseguir.
Este año, además, los independientes reconocemos con especial énfasis el enorme valor de las mujeres políticas y activistas que, desde todos los sectores y partidos, han luchado espalda con espalda para conseguir los derechos conquistados. Esos derechos no son patrimonio de ningún partido político ni sector particular, sino de todas. Como muestra de nuestro respeto a todas ellas exigimos que la política partidaria no tiña de ningún color nuestro día y que solamente sean las reivindicaciones feministas las que primen este 8 de marzo.
Cualquier reivindicación que deje fuera a un colectivo de mujeres por su opinión política o cualquier otro factor, estará desconociendo el fundamento principal del 8M.
Por un 8M sin excluidas, sin medidas de organizaciones que quieren desdibujar nuestros reclamos y apropiarse de la mayor manifestación pública que se viene produciendo en Uruguay en los últimos cinco años.
El feminismo actual ha arreciado, globalidad mediante, sobre el discurso público en todo occidente. Ha venido a modificar conductas, puntos de vista y cuestionar valores de la cultura. Es muy probable que el saldo global de su irrupción vaya a ser muy positivo en términos de combate a la violencia y a los prejuicios. También es claro que el movimiento, masificación mediante, y a caballo del discurso oficial y de corrección política, incurre en todo un conjunto de elementos excesivos, algunos solo dignos de la anécdota, otros, de carácter controversial y de magnitud trascendental, y algunos en particular peligrosos y contrarios a los derechos fundamentales.
Frente al movimiento, el sistema de partidos ha reaccionado de manera distinta. El FA con oportunismo, oficializando sus formas al Partido, adoptando su lenguaje afectado, sumándose con liviandad y demagogia a cada cosa que se diga y que huela a feminismo, intentando partidarizar al movimiento. En otras filas ha predominado el silencio y la expectación. Más acá en el tiempo ha habido desde ellas una reacción, saliéndose a disputar un plato en el banquete de la demagogia. Sólo desde la derecha ha habido una confrontación de aquellos elementos, que parece más impregnada en tradición cultural que en liberalismo.
El cuestionamiento a todos esos excesos ha quedado sobre todo para las voces independientes del debate público.
Sería hora de que desde filas partidarias provenientes de la izquierda democrática, del liberalismo progresista, se alzaran también voces de cuestionamiento. El asunto es amalgamar las justas causas pudiendo evitar la demagogia. La cuestión clave es afrontar el tema «desde el aliento a la necesaria universalización de derechos (y por lo tanto, de deberes) y no desde la peligrosa mitología de las identidades colectivas». El camino del discurso complejo y equilibrado es el que ofrece menos frutos electorales. Pero el PI está acostumbrado, parece predestinado a pagar costos electorales.