Escribe: Javier Lasida. Presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED).
En octubre del 2020, cuándo recién asumimos la Comisión Directiva del Instituto Nacional de Evaluación Educativa con Guillermo Fossati (los dos propuestos por la coalición de gobierno) y Pablo Caggiani (propuesto por la oposición) nos encontramos con una situación de crisis sorda y en el medio del COVID. No lo dijimos en aquel momento porque no ayudaba y al contrario, complicaba el ir construyendo pacientemente las soluciones, que requerían diálogo y colaboración de unos cuantos actores de dentro y fuera de la organización. Logramos superarla y es buen momento para contarlo.
EL Instituto en el 2008, fue resultado de una de las escasas coincidencias educativas por aquellos años, entre los dos grandes bloques en que se organizan los partidos uruguayos. Otro acuerdo notorio y también fértil fue crear la UTEC.
La primera etapa del Instituto transcurrió en una curiosa combinación de solidez técnica y líos políticos. Creó una serie de herramientas e informes, como las pruebas Aristas o los Informes de estado de la educación, rigurosos, reconocidos. En contraste su directiva estuvo en permanente conflicto tanto interno, como muchas veces expresado en la prensa. También con fricciones con las autoridades educativas y con choques con los funcionarios. Cuando ingresamos por ejemplo, nos enfrentamos con dos contenciosos judiciales en trámite.
La LUC cambió la gobernanza del Instituto, en especial no incluyendo a los organismos evaluados en la directiva y trasladándolos a un rol consultivo. Los cambios posibilitaron mejorar la conducción de la organización. El primer logro de la actual CD fue tan poco visible como importante (como pasa muchas veces con los cambios más relevantes). Se resolvieron los diferendos judiciales, no se generaron nuevos y se ha ido saneando el clima interno ríspido que encontramos. La directiva construyó una forma de trabajo que procesa internamente las diferencias entre sus integrantes, en consulta sí, pero procurando no entreverar a los equipos técnicos en sus discrepancias. Y finalmente también se construyeron relaciones de diálogo y colaboración con los actores del gobierno de la educación, con un riguroso respeto de la independencia institucional, que en estos años se ha fortalecido.
Otra crisis poco notoria superada, con diversos apoyos del gobierno, fue el financiamiento. El presupuesto en el 2020 no alcanzaba a pagar sueldos, mucho menos a hacer la prueba Aristas que estaba pautada. Todo ello se fue resolviendo y hoy el presupuesto creció, cubre los requerimientos y habilita a vender servicios, como la prueba de acreditación de docentes.
En conclusión, superamos la situación crítica recibida, a la vez que el contexto adverso del COVID. Logramos hacer las pruebas que correspondían al 2020 y 2022, cuando en el mundo se interrumpieron buena parte de estas mediciones. También hemos trabajado en áreas nuevas. A partir de la evaluación de los aprendizajes, hemos avanzado en la identificación de qué los facilita. Mejoró la información generada sobre las prácticas docentes asociadas a los resultados. Y se publicaron por primera vez estudios que vinculan los aprendizajes con el funcionamiento y las condiciones de los centros, se empezaron estudiar las trayectorias de los estudiantes y estamos trabajando en la autoevaluación de los centros educativos. En colaboración con el MEC, la ANEP, el Ceibal y el INE estamos accediendo al enorme volumen de datos informáticos disponibles sobre el sistema educativo. La ANEP especialmente nos permite contar prácticamente en tiempo real con algunas de sus bases de información, lo que potencia la actividad del Instituto.
En conclusión el INEEd ha pasado en estos tres años de ser una innovación potente pero maltrecha, a irse convirtiendo en un actor que desde un papel independiente contribuye crecientemente con los diversos actores educativos.