Álvaro Ahunchain. Portada Columna Opinión

Escribe: Álvaro Ahunchain. Coordinador General del Instituto Nacional de Artes Escénicas (Ministerio de Educación y Cultura).

Buscando hacia atrás en las ediciones de Opinión Independiente, compruebo que había colaborado con un artículo en el primer número, época en que iniciaba mi desempeño como integrante del equipo de cultura del MEC. Allí manifestaba nuestras intenciones sobre una política cultural tan distante del paradigma marxista (cultura como instrumento para la acumulación política) como del liberal-libertario (inexistencia de política cultural y su prescindente reemplazo por el libre juego del mercado).

Desde entonces hemos recorrido un extenso camino y, a menos de un año y medio de la elección que renovará autoridades en el país, vale la pena compartir algunas experiencias.

Parece un lugar común empezar por decir que los recursos nunca son suficientes para todo lo que se podría emprender. En esta época de rendición de cuentas, desde los diversos sectores del país que dependen del financiamiento estatal o lo demandan, surgen naturales reclamos. Lo que importa es analizar cómo se invierten esos recursos.

La política cultural no debe confundirse con la protección selectiva de artistas, sino definirse como el diseño y puesta en marcha de una estrategia global de promoción de las artes y formación de públicos. Siempre me pareció lamentable que otros gobiernos favorecieran a determinados creadores, con contratos generosos que podían pagar tanto los ministerios y las intendencias como las empresas públicas, y después se los utilizara para promover al correspondiente partido político en las campañas electorales. Del lado del gobierno, eso implica un manejo inescrupuloso de las finanzas públicas. Y del lado de los artistas, una práctica que puede calificarse de cualquier cosa, menos de digna.

En mi trabajo desde marzo de 2020 en el Instituto Nacional de Artes Escénicas, me impuse primero que nada desinstalar los apoyos selectivos y sustituirlos por un sistema de Ventanilla Abierta (semejante al que venía usando exitosamente la ANII desde su fundación), que fuera ampliamente divulgado en todo el país y que por tanto ofreciera igualdad de oportunidades de acceso a fondos públicos a todos los artistas y gestores culturales, sin importar su grado de notoriedad ni sus cercanías o lejanías ideológicas.

El sistema de Ventanilla Abierta fue asumido por la Dirección Nacional de Cultura en pleno (institutos de Música, Letras y Artes Visuales) y ha permitido que creadores que nunca habían solicitado fondos públicos, incluso por desconocimiento del recurso, pudieran hacerlo con criterios de amplitud y transparencia. En más de una oportunidad en estos años debí cruzarme con productores artísticos enojados porque recibieron de nuestro Instituto contribuciones más bajas que en el pasado.

Mi respuesta fue que al habilitarse el sistema de Ventanilla Abierta, la cantidad de pedidos subía exponencialmente y eso obligaba no solo a un incremento presupuestal (que en el INAE lo hubo, del 122% respecto a 2019) sino también a un obvio acotamiento de los márgenes de apoyos individuales. Una productora me reprochó una vez: “pero vos tenés que dar prioridad a proyectos importantes como el mío”, a lo que le contesté que no me quedaba claro por qué el suyo sería más importante que otro que estaba postulando desde Vichadero, San Javier o Las Piedras… No es fácil desmontar una cierta aristocracia que se atribuyen ciertos protegidos consuetudinarios del Estado, pero es esencial para garantizar un criterio democrático y transparente en la asignación de recursos.

Sin embargo, la Ventanilla es solo un aspecto de la gestión y no el más importante. Porque en el equipo de cultura no compartimos la creencia de que nuestros institutos deban ser apenas cajeros automáticos de los que retirar fondos: en estos años hemos trabajado sobre la base de un plan de promoción cultural que implicara un fomento contundente de la actividad.

En el caso específico del INAE que coordino, esto se tradujo en la contratación de más de 200 espectáculos de teatro, danza, circo y títeres, provenientes de los 19 departamentos del país, para que giraran a otras localidades diferentes a las de origen, en el marco de nuestro programa de Circulación de Espectáculos. Un programa que a su vez convoca a grupos aspirantes en un llamado a concurso público y abierto, con jurado plural.

Lo mismo puede decirse de los talleres gratuitos para un primer acercamiento de personas sin experiencia a las artes escénicas. Nuestro programa de Circulación de Docentes ya va por el tercer año y suma 90 talleres en una cincuentena de localidades de todo el país.

Está muy bien que el Estado apoye a un teatrista exitoso para que viaje al exterior, por ejemplo, pero no por ello se debe desatender la función principal de estímulo a la creación y formación de públicos, con énfasis en localidades y sectores que carecen de un fácil acceso a la cultura.

Llevamos publicados 24 libros de autores teatrales e investigación, que se distribuyen en librerías y llegan gratuitamente a colectivos escénicos y académicos.

Junto a ANEP, desde el MEC estamos implementando por segundo año consecutivo el Festival de Clubes de Arte, que a la fecha acumula 54 experiencias artísticas autogestionarias en liceos, UTUs y CECAPs de todo el país.

A nadie se le pregunta qué vota ni se le pedirá que emita mensajes proselitistas de agradecimiento. De lo que se trata es de orientar correctamente los recursos públicos, para que el arte y la cultura no sean patrimonio de un gueto privilegiado sino herramienta de crecimiento intelectual y sensible, con énfasis en los más vulnerables.

El déficit crónico que padecemos en seguridad pública, que el auge del narcotráfico actual no hace más que acentuar, no solo se combate con policías en la calle. También -y sobre todo- con una política cultural que llegue a la población más expuesta a esas miserias, ampliando sus miras y ofreciéndoles paradigmas de libertad y superación.

Queda mucho por hacer y mejorar, pero de lo que no hay duda es que hemos avanzado en el combate a privilegios y la democratización de la cultura.

Tras ese objetivo central, seguimos trabajando.