Álvaro Ramos. Portada Columna Opinión
Escribe: Álvaro Ramos. Electo Senador de la República por el Partido Nacional (1995-2000). Ministro de Ganadería Agricultura y Pesca (1990-1994), ministro de Relaciones Exteriores (1995-1998), adherido al Partido Independiente en octubre de 2021.

Me costó mucho escribir esta nota. Sensaciones encontradas y confusas como el asombro, la indignación, el dolor, incredulidad y el agobio, me aparecían en forma permanente mientras mi cabeza le daba vueltas para resolver el enfoque de esta nota. Los episodios que enfrentaron al MIDES y a la Coordinadora de Ollas Populares, es decir al gobierno y al Frente Amplio, durante los últimos dos meses, fueron realmente un sainete trágico y lastimoso.

Por tanto, y dada la complejidad del tema y para que la reflexión compartida con los lectores no se quedara solo en el desahogo y en la anécdota, decidí dividir esta nota en dos entregas:

La primera (ésta) abordando el asunto desde la ética de la política, el deber ser de partidos políticos que siendo en la democracia republicana, mediadores entre la sociedad, sus necesidades y anhelos, y el Estado, lejos de aprovecharse de ellos e instrumentalizarlos de forma obscena, deben (cada uno desde su posición e ideología, desde el gobierno y desde la oposición) velar por la urgencia de sanar la lastimaduras sociales, físicas y morales de los uruguayos más pobres y vulnerables y a la vez saldar la deuda social, en el menor plazo posible. Más allá del enfoque de las políticas y sobre su aplicación, en este aspecto no debería caber ningún espacio para el “chicaneo político”.

La segunda desde un análisis ojalá que más sereno, de los compromisos y las acciones y desde las percepciones ciudadanas, cruzado ya el Rubicón de la mitad del período de gobierno, tratando de identificar puntos críticos que seguramente y lastimosamente, no van a quedar resueltos y que deberían ser la base de un acuerdo político, no ya solo de la coalición de gobierno frente a un segundo mandato. Tampoco solamente del Frente Amplio en su legítima aspiración de recuperar el poder. Se trataría de buscar un acuerdo ético para que todos juntos podamos abordar la problemática multicausal de la pobreza y la indigencia estructural dura, desde la acción del Estado, desde la acción pura y dura en la calle.

Las patologías de la acción política y en las relaciones político partidarias, que explotaron en los últimos meses y que tuvimos que presenciar impávidamente y con “vergüenza ajena”, a partir de los enfrentamientos entre el gobierno desde el MIDES y la oposición (Frente Amplio) desde la Coordinadora de Ollas Populares, fue bochornoso y doloroso, que no nos merecemos y mucho menos se merecen los uruguayos en situación de pobreza, crisis alimentaria y situación de calle. Mostró el decálogo de lo que no se debe hacer cuando el Estado debe hacer frente a situaciones dolorosas de personas que realmente están sufriendo física y moralmente. Manipulación de la verdad. La exposición obscena del más puro clientelismo y político, usando las necesidades de mucha gente. Por momentos la confrontación política – de espaldas a la gente necesitada – me hizo acordar a los versos de aquella canción de Serrat: “Algo Personal”: “resulta bochornoso verles fanfarronear, a ver quién es el que la tiene más grande”.

Al mismo tiempo que ocurría esta desgraciada situación política, en una ciudad pequeña e industriosa como es la ciudad de Young, en el departamento de Río Negro, una tarde cualquiera a la hora de la siesta, un hombre maduro de entre 40 a 50 años, se cayó con estrépito dentro de un contenedor municipal, buscado comida y/o desechos de los cuales servirse. Pongo este ejemplo ya que es bien ilustrativo de lo lejos que estamos de las metas que nos propusimos en el “Compromiso por el país” y porque demuestra además, que el problema ya no es solamente del área metropolitana. Mientras tanto, por varias semanas, el sufrimiento, la pobreza y el dolor ajeno se usaron como botín político.

En el punto número 9 de “Compromiso con el País”, o sea la hoja de ruta para la Coalición Republicana, que integramos, se desgranan una serie de medidas e instrumentos de políticas para la protección social: el acceso a la vivienda, la atención de la familia como núcleo para la aplicación de las mismas y la preocupación principal por la primera infancia, que es además donde desde hace ya varios lustros, se viene concentrando la pobreza. También otras muchas (recomiendo repasarlas).

Todo lo escrito allí es claramente compartible y loable. Pero creo que la realidad lo ha sobrepasado. Ha sobrepasado los instrumentos allí descritos y a la vez ha sobrepasado a capacidad de gestión e innovación de los responsables por la aplicación de la política y de sus instrumentos. Es cierto que hay que hacer valer el crítico punto de partida, al que se enfrentó el gobierno en marzo del 2020. Sobre esa misma o peor, triste realidad, cayó la pandemia y sus consecuencias.

Al menos con tres o cuatro crisis superpuestas que generó la pandemia y de las cuales nos venimos recuperando, por el acertado manejo de la economía que ha hecho y hace el gobierno y la estrategia aplicada durante la emergencia sanitaria. Crisis de empleo (en vías de solución), pérdida de salario real (en vías de recuperación), caída del producto bruto (ampliamente recuperado en los últimos 18 meses). Las sombras que sí, hoy sobrevuelan, ya no son tanto, secuelas de las crisis desatadas por la pandemia, muy bien manejadas todas y cada una de ellas. Ahora enfrentamos las secuelas de la guerra en el Mar del Norte, la desaceleración del crecimiento de las principales potencias (USA, China, la UE), crisis energética por consecuencia de la guerra y la inflación global a nivel de las principales economías del mundo. Seguramente siga la caída en el precio de nuestras exportaciones, como ya se ha dado en lo que va del actual segundo semestre del año. Todo ello probablemente reduzca las expectativas de crecimiento para 2023 y haga difícil “poner en cintura” la inflación. A la vez, se terminan las dos mega obras vinculadas a UPM y el Ferrocarril Central y la inversión pública e inmobiliaria, parecen ser aquellas actividades que permitan sostener el empleo. El panorama no será quizás tan halagüeño, pero el manejo prolijo y acertado de la economía y las políticas de empleo, permiten pensar en consolidar la recuperación económica y social, prometida y ansiada.

Dicho todo esto como marco y contexto a nuestro deterioro en materia social, para los sectores más pobres y vulnerables, realidad que está afectada por factores estructurales de larga data, que requieren de “cirugía mayor”.

Dice el Compromiso por el País:

“Uno de los mayores desafíos que enfrentamos los uruguayos es recuperar la integración y la justicia social. Siempre fuimos la sociedad más integrada y con mejor distribución del ingreso en América Latina. Hoy estamos golpeados por la fractura social, la marginalidad y la vulnerabilidad económica de muchos hogares. Nosotros queremos romper los ciclos generadores de desigualdad y de exclusión”

Allí vienen la serie de medidas acordadas entre los 5 partidos de la coalición y comprometidas con la ciudadanía. Están muy bien, son amplias y atacan múltiples causas, pero – no creo equivocarme si digo, a esta altura del gobierno – que no van a alcanzar para hacer la diferencia y para lograr que realmente más uruguayas salgan de la situación de pobreza y marginalidad.

Destaco y aplaudo las políticas focalizadas en la primera infancia, niñez y adolescencia. Que se busque aplicar las políticas y sus instrumentos no en individuos aislados, sino en la familia como agente principal de protección y contención. También destaco otro conjunto de medidas que reposan en “reorganizar y coordinar el conjunto de agencias estatales que actúan en lo social: MIDES, INAU, ANEP, INJU, programas específicos del MSP, Ministerio de Vivienda, ANV y de los gobiernos departamentales, etc. Fortalecer y ampliar la cobertura de los centros CAIF”.

Pero bueno, creo que vamos a tener que pensar que lo que quede por hacer, lo debemos encarar con un enfoque más profundo, desde lo estructural y desde lo multicausal de las situaciones, que a diario vemos en nuestras calles y barrios y en cualquier ciudad y/o pueblo del interior del país.

Antes de terminar esta entrega, sí quiero dejar planteado para retomar en la próxima, algunas cuestiones que – como dice en la academia – representan la multicausalidad de la pobreza, la indigencia y la exclusión, con el lógico resultado de una fractura social notoria y cada vez más expuesta.

Todos son problemas estructurales – que el gobierno tiene sobre su mesa de trabajo y está solucionando, para poder hacerlo eficazmente necesita contar con el concurso de todo el sistema político, de las organizaciones sociales y en definitiva de la sociedad civil organizada.

¿Por qué esto? Porque el círculo perverso que hemos venido construyendo como sociedad en los últimos 20 años, se ha vuelto estructural y ya no será posible romperlo sin medidas estructurales. Un factor principal es el deterioro de la calidad, cobertura y los resultados de la EDUCACIÓN y allí también presenciamos otro enfrentamiento absurdo con los gremios (es decir la oposición y el Frente Amplio), esta vez sí, bien manejado y muy bien llevado por las autoridades de la educación y la mayoría silenciosa del cuerpo docente nacional. Una heredada educación inapropiada e injusta, que pega directamente a la pobreza infantil, la falta de oportunidades y la falta de preparación básica para acceder a empleos mejor remunerados y exigentes o a secas acceder al empleo. Lo que tenemos hasta ahora y que las autoridades de la educación, de nuestro gobierno, se empeñan en solucionar con muy buen tino, se traduce en la falta de adecuación entre las habilidades y destrezas de una población joven, respecto de las nuevas demandas laborales. La incapacidad de muchos de los padres jóvenes de insertarse en los diversos mercados laborales, además de afectarle a ellos y la familia, profundiza la infantilización de la pobreza y sus amargas consecuencias. Sus hijos tendrán menos oportunidades y serán más pobres.

Esta realidad genera desplazados y excluidos de la sociedad a muy temprana edad que el crimen organizado, recluta en este campo fértil de la desesperanza, la falta de oportunidades, y la pérdida de los valores sociales de la convivencia. De allí los crímenes violentos y aberrantes, de allí la superpoblación carcelaria, de allí los liberados luego de sus condenas que reinciden ya que el panorama para ellos sigue siendo igual y mucho peor aún. De allí los uruguayos en las calles y presos de las adicciones De allí la inseguridad alimentaria.

Estos fenómenos de deterioro socio – cultural, de base educativa y económica, se fueron dando en una espiral horrorosa en los últimos 20 o 30 años, frente a nuestras narices y el detonador de fondo de todo ello es: “educación, educación y educación”, para acceder al “empleo, empleo y empleo”, y sobre todo a oportunidades y a una vida digna y a una razón para vivir. Obviamente que se precisan también aditamentos indispensables como el acceso a la vivienda, las transferencias monetarias, la alimentación básica asegurada.

El gobierno está empeñando sus mejores esfuerzos en hacer lo mejor posible en materia de educación y empleo, contra una oposición cerril. Pero episodios como el malhadado enfrentamiento entre el MIDES y la Coordinadora de Ollas Populares, no deberían volver a ocurrir. Es preciso encarar lo estructural a fondo y con convicción, mientras que resolver los problemas diarios, con “eficacia y articulación”. La articulación, no obstante, es un deseo contracultural en le administración pública uruguaya, quizás en la sociedad también. Las famosas chacras levantan alambrados de recelos, burocracias, proyectos personales, vanidades y un sinnúmero de dificultades, al momento de enfrentar en forma compartimentada una realidad que es sistémica. Por ahí también hay que corregir las malas praxis de la política.

La seguimos en la próxima entrega.