Javier Lasida. Portada Columna Opinión

Escribe: Javier Lasida. Presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED).

¿Cuáles son las alternativas a la transformación educativa en curso? En los últimos meses ha habido varias definiciones. El liderazgo lo tiene la militancia sindical (como contra la LUC), con respaldos partidarios a veces tímidos (se acerca octubre del 2024) y a veces altisonantes.  

Los actores sindicales en los últimos meses están combinando la oposición sistemática a los cambios educativos, con una sugestiva sucesión de propuestas. Ellas tienen un mismo foco: reclamar la fuga hacia el pasado. Importa considerarlas porque constituyen una visión de la educación, con un peso fuerte en el debate de política educativa uruguaya.

Voy a destacar cuatro hitos de las propuestas de fuga hacia el pasado. Una de las primeras reacciones al marco curricular basado en competencias del CODICEN, fue la sorprendente reivindicación del enciclopedismo, por parte de uno de los representantes docentes en el organismo. El enciclopedismo desde hace décadas es inviable como propósito educativo y además es parte de un modelo elitista y preuniversitario de la educación secundaria. Un modelo inequitativo, que Uruguay es de los pocos países del mundo que no ha logrado superar.  Tuvo su razón de ser en otra etapa, hace tiempo que no la tiene y hace tiempo que no se escuchaba postularlo como propuesta vigente.

El segundo hito fue el planteo en el Congreso de Políticas Educativas de FENAPES, en noviembre pasado, de eliminar el INEEd. Es coherente la propuesta, porque el INEEd no fue una iniciativa apoyada por la militancia sindical. Fue una idea del Partido Nacional, rechazada por la militancia que se impuso en el primer Congreso Nacional de Educación, pero que el Ministerio de Educación rescató al presentar del proyecto de ley de educación del 2008.

El tercer hito, en el mismo documento, es la propuesta de suprimir las pruebas de evaluación estandarizada de aprendizajes, que en Uruguay se hacen desde los 90. En una lógica gremial, corporativista, también es razonable que la ANEP se evalúe a si misma (como propone el documento), evitando evaluaciones externas (que igual que aquí, están generalizadas en el mundo).

Y la cuarta idea para la vuelta al pasado, es eliminar las exoneraciones impositivas para los centros privados gratuitos, que han hecho posible la creación de un conjunto de instituciones que han logrado que casi todos sus estudiantes, de las zonas más pobres, culminen 3º o 6º de media, un resultado que no alcanza el sistema educativo. Casi todos estos centros privados nacieron y crecieron por donaciones estimuladas con ventajas impositivas, creadas por la reforma fiscal del 2007, las que ahora proponen eliminar.

La militancia sindical no quiere los cambios actuales y también quiere revertir varios de los realizados en las últimas decadas. Ojo que no está sola. Hay un coro de frentistas, actuales o en proceso de retorno al FA, que al referirse a la reforma, antes que nada, recitan la muletilla de la participación docente. El reclamo desconoce las consultas hechas y se alinea con las posiciones sindicales que las descalifican.

Por otra parte es bueno reconocer actitudes diversas de la mayoría de los docentes. Una encuesta reciente del INEEd sobre pensamiento computacional da pistas interesantes. Por una parte los docentes expresan prudencia, tienen dudas sobre los cambios. Por otra parte masivamente están trabajando en las innovaciones, aplicando nuevas herramientas y modalidades. Es una posición muy profesional,  de cautela y a la vez innovación.

Respecto a la militancia sindical y sus apoyos frentistas importa tanto seguir escuchándolos y dialogando, como discrepar con sus propuestas de fuga hacia atrás.