Javier Lasida. Portada Columna Opinión

Escribe: Javier Lasida. Presidente del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEED).

Y el referéndum es una fuga hacia el pasado. La LUC es parte integral de un conjunto de planes y decisiones que incluso, en el medio del contexto fuertemente adverso de la pandemia, se lograron plasmar.

Votar que “Si” es retroceder en el tiempo, a varias de las herramientas y reglas de juego del 28 de febrero de 2020. En algunos casos son mecanismos probadamente inefectivos. En otros, como en formación docente, es la nostalgia de una frustración. El Frente Amplio y los gremios docentes que promueven el referéndum intentaron desde el 2008 crear primero un Instituto y después una Universidad con destino a la formación docente. Luego se registraron varios intentos en el Parlamento, del Frente y de otros partidos, sin poder llegar a la mayoría requerida de dos tercios de cada Cámara. El gobierno frentista se empecinó de tal forma que la ministra Muñoz y todo su equipo pidieron entrevistas con todos los partidos por el tema. Quienes participamos de la reunión con el Partido Independiente estábamos a la expectativa de una negociación, con algunas concesiones que hicieran viable el proyecto. Para nuestra sorpresa la ministra no se movió ni un punto ni una coma, del mismo proyecto presentado meses antes en el Parlamento. En este tema entonces el “Si” es primero el empecinamiento en un camino fracasado. Y más grave, para los estudiantes de Formación en Educación y para los docentes, es obturar cambios hacia estándares universitarios, que les permitan el año próximo o el otro, que su título tenga también reconocimiento universitario. Es un camino distinto al ensayado hasta ahora y lo más importante ¡es viable!

Otro avance de la LUC es transformar tres Consejos (Primaria, Secundaria y Técnico Profesional) en tres Direcciones Generales. Es cierto que una parte de los docentes tiene la arraigada convicción que los subsistemas educativa deben gobernarse por órganos colegiados. Fue así en su historia y en buena parte de ella fue una modalidad efectiva. Pero desde hace décadas es una modalidad que muestra dificultades, especialmente para emprender cambios.

La dirección y gestión de la educación en varios colegiados es una originalidad de un sistema educativo que se destaca por tener graves problemas en sus resultados. La educación se dirige, en la experiencia comparada, por direcciones unipersonales de los diversos subsistemas que lo componen. Una parte importante de nuestros problemas obedecen a falta de ejecutividad y a fragmentación. Un solo ejemplo, en el 2012 todos los partidos políticos, convocados por el presidente Mujica, acordamos implementar la modalidad de contrato del denominado “profesor cargo”, con por lo menos un medio horario concentrado en un solo centro, incluyendo múltiples tareas además de dar clases, reemplazando el contrato -vigente hasta hoy- consistente en “horas aula”. El amplio acuerdo político no se logró implementar ni en ese período, ni en el siguiente. Podrían multiplicarse los ejemplos. Desde el 63 secundaria tiene planes piloto de reforma y hasta hoy el currículo, mantiene la impronta enciclopédica y asignaturista cuestionada desde aquel entonces… las decisiones se complican, se dilatan, se empastan hasta que se bloquean y la educación se estanca.

¿Las Direcciones Generales van a resolver esto? No es seguro. Pero después de décadas con la extraña organización de colegiados parece razonable ensayar el cambio.

Decir que esto afecta la participación docente o peor aún, que se hizo para disminuir la participación docente, es encandilarse con el árbol y no lograr ver el bosque o peor, querer tapárselo a los demás.